lunes, 5 de octubre de 2009

EFÍMEDES Y LA FARSA INTEMPORAL

Corría el 427 a.C. en Atenas cuando un filósofo emergente le presentó al mismísimo Sófocles una teoría para la clasificación humana, una teoría que hoy llamaríamos sociológica. Efímedes, como así se llamaba el joven, defendía una hipótesis que suponía la división de los seres humanos, como entes racionales, en tres clases de hombres distintas pero susceptibles a todo orden de sucesión. En primer lugar, los comunes conformarían aquel grupo formado por individuos alta o totalmente regidos por factores e influencias externos en todo lo ajeno a la más pura simplicidad cotidiana. En segundo lugar, los sabios tendrían la gran virtud característica de la visión propia, la elaboración autónoma de opinión ajena a influencias externas, en base a un molde de experiencias formativas que catapulte la razón como único rasero, como un cincel privado. Por último, los eruditos serían aquellos sabios que, tras conocer su exclusiva magnanimidad artística, enfocarían sus vicios y virtudes hacia la inmortalización de lo que un sabio sólo podría albergar en la mente. Esa maravillosa capacidad de plasmar, de un modo u otro, las más preciosas abstracciones llevarían a los eruditos, según Efímedes, a la cúspide del Olimpo, al dominio de Atenas.

Obviamente, todo esto no es más que un montón de mentiras. Has empleado tu tiempo en leer invenciones absurdas sobre un hombre que nunca existió.
¿No te hace gracia? Piensa. A veces, incluso pagas por oír mentiras.

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