martes, 14 de abril de 2009

DIARIO DE UN PSEUDO EN MARRUECOS

PRÓLOGO
De joven colmé mis venas de café de Colombia y estudié a los escritores. Rosalía, Machado, Bécquer, Góngora, Unamuno… Todos hablaban de la fugacidad de la vida, de lo efímero de nuestra existencia, de la temporalidad de todo lo que nos rodea… ¡¡¿¿Pero qué cojones??!! Que alguien me diga de una puñetera vez qué demonios es la fugacidad o explotaré de pura cólera. “Señor, fugaz es todo aquello que, tal y como viene, se marcha…” dijo el noble Giovanni… En ese caso, el Mundo entero es fugacidad y, por enésima vez, la vida son etapas. Mañana a la noche comienza una breve y muy, muy exótica. Sé que también ésta acabará pero ¿para qué rayarse ahora? Ya dejaremos caer nuestras lágrimas sobre las dunas de Asilah cuando veamos el Atlas cada vez más diminuto. Carpe diem, Carpe omnius…

CAPÍTULO 1: Del Génesis
Mermado por el síndrome del bailarín, el tendón de la fascia latta no me priva de estampar en el pasaporte un nuevo cuento que contar a mis futuros nietos. Tras 9 horas de noche y carretera nos hacemos a la mar, siempre con la eminente mirada de la Luna, intemporal redondel de pasiones, y nuestro vínculo superlativo… ¿¿Cómo?? ¿Acaso ya hemos llegado…?
Buenos días, Mama África. ¿Qué hay hoy para desayunar? Nervios, sonrisa permanente y más nervios, que me colonizan tal y como cada una de las partes de mi cuerpo, que se estremece sólo de mirar la otra orilla. Allí nos aguardan toneladas de especias, avalorios y cous-cous.
“Manu, no pierdas el pasaporte…”.
Como dicen en Dakota: “No sé dónde vamos a ir ahora”…pero tampoco me preocupa. Soy consciente de ser la probeta donde se mezclan las esencias que motivarán en mí vertiginosos cambios. Como base experimental, el humilde agua y el té más pseudo.
Marruecos, allá vamos…

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