domingo, 2 de noviembre de 2008

VIOLENCIA PORQUE SÍ

Una vez más, la cosmopolita ciudad de Nueva York, de la que ya estamos más que acostumbrados a ver como escenario de las más controvertidas anécdotas, nos sorprende con una pintoresca nueva forma de quemar grasas y mantener la forma en una sociedad lanzada a la obesidad en masa. El movimiento en cuestión, si es que puede ser así llamado, trata básicamente en "patear culos", y ya son más de 300 jóvenes neoyorquinos los que, siempre que el tiempo lo permita, se citan en el cruce de Broadway con la 14 para convertir la estatua ecuestre de George Washington en testigo de excepción de verdaderos combates callejeros más propios de edades pasadas. Los Union Square Spartans, como se hacen llamar en alusión al nombre de los épicos guerreros espartanos, disfrutan participando en combates de uno contra uno, sin armas ni reglas que coarten lo más minimamente el brutalismo más puro. Quizá por influencias externas provinientes del cine (La Naranja Mecánica de Stanley Kubrick, El Club de la Lucha, 300 ), la música (Public Enemy), la literatura (El Club de la Lucha de Chuck Palahniuk) o la televisión (Pressing Catch) un buen día tres chicos de los suburbios (Legend, Scientific y Spider) aficionados a las artes marciales decidieron llevar a la práctica aquellos míticos combates recreados en el taquillero largometraje "Los 300", y de esta forma convertir la lucha cuerpo a cuerpo en una forma de vida. Unos años después, El Triángulo, como se apodan, cuenta con varios cientos de adeptos que cada tarde de sol se aglutinan en Union Square para pelear. Tan simple como complicado de entender. Los tiempos cambian, y con ello los gustos, necesidades y movimientos sociales. En un principio esto sólo fue un libro ultraviolento, un entreteniento para homeless in NYC ("sin techo" en Nueva York) y ahora casi una religión para unos cientos de ciudadanos neoyorquinos probablemente enfermos de anomia aguda. Quién sabe si en un par de décadas los Union Square Spartans se hayan convertido en el primero de cientos, o quizá miles de jóvenes de entre 20 y 30 años que se organicen por todo el mundo para medir sus puños con sus semejantes. Hagan sus apuestas.

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